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El consultorio psicológico

El lugar físico de trabajo es tan importante como el hogar donde vivimos. Por la cantidad de tiempo diario que pasamos en él, llega a ser considerado como “la segunda casa”.
El consultorio psicológico es relevante no solo por las características físicas que lo componen, sino también porque representa un escenario en donde ocurren eventos de gran influencia para el comportamiento y las emociones de las personas que acuden a la llamada “sesión terapéutica”. Lo que se dialoga en un consultorio psicológico es diferente a lo que ocurre en la consulta con un médico, con un dentista o hasta con un consejero estudiantil. Si bien el trabajo del psicólogo implica promover la prevención de trastornos mentales, procurar la salud mental, evaluar la personalidad del sujeto o dar indicaciones de tareas terapéuticas, todo va encaminado a la modificación de pensamientos, conductas y emociones para que la persona encuentre un grado óptimo de bienestar.
Muchas personas rechazan un servicio psicológico porque el espacio físico no les ofrece elementos de privacidad, seguridad emocional, confort y accesibilidad, por lo que el éxito en la práctica profesional llega a comprometerse.
Cuando estamos interesados en que los pacientes estén en condiciones favorables para el aprendizaje, crecimiento y cambio psicológico, debemos tener adecuadas instalaciones físicas, mobiliario cómodo, decoración discreta y profesional, servicios auxiliares como agua y café, adecuada iluminación, clima cálido, plantas coloridas, aromas relajantes, etcétera; todo ello, para facilitar los objetivos de la terapia. Esto tiene relación con la población atendida: niños, adolescentes, adultos en individual, parejas, familias, grupos y adultos mayores. Características tan simples como el no uso de escaleras por personas con alguna discapacidad o limitaciones motrices; o la altura del sillón para el caso de personas con baja estatura. Lo importante es ser inclusivos.
Algunos terapeutas buscan ser más “naturales” y evitan elementos eléctricos, sintéticos o de plásticos, por aquello de favorecer la “energía positiva” y no favorecer el estado anímico deprimido de las personas.
En tiempos actuales de pandemia, el lugar físico de terapia ha sido peligrosamente modificado, pues el uso de plataformas virtuales y redes sociales ha limitado el encuentro de cara a cara entre terapeuta y paciente. Muchas veces se pierden detalles importantes como los gestos del paciente, tono de voz, postura corporal, vestimenta y la expresión de sus emociones en su cuerpo y rostro.
La terapia presencial facilita el vínculo terapeuta-paciente y la aceptación y el compromiso terapéutico; sin embargo, dificulta la instalación de “mecanismos de defensa psicológica”.
Resulta también cuestionable, aunque necesaria, la intervención ‘online’, la realizada al pie de una cama de hospital o sentados en la banqueta ante un evento de desastre natural. Ya le tocaría al experto en salud mental -no a los principiantes- hacer su mejor esfuerzo para lograr una intervención exitosa.
Es cierto, los espacios físicos de un consultorio privado a uno ubicado en una institución pública de salud o asistencial suelen ser muy diferentes. En ocasiones encontramos consultorios en lo que fue el “cuarto de ropa sucia”, a un costado del comedor del personal y sin puerta, sin la adecuada ventilación, compartido con otros servicios médicos, etcétera.
Si realmente las autoridades de Salud en el estado, como dicen, le han dado el lugar y la importancia a los servicios de salud mental, el nuevo Hospital General Regional que está por inaugurarse en Querétaro c debiera contar con los consultorios suficientes para trabajar con los tipos de población, individual y grupal, así como una Cámara de Gesell para impulsar la enseñanza y la investigación de la psicología de la salud y hospitalaria.
Ya lo veremos.

* Presidente del Colegio Estatal de Psicólogos de Querétaro, AC y psicólogo clínico adscrito al Hospital General del IMSS-Querétaro.

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