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¡Ovario fuerte, no dejes de gritar lo que vales!

¿Cómo fue que llegamos a este infierno?

¿Cómo fue que el nombre de una mujer, de una madre, de una hija, de una hermana, de una esposa, de una amante o de una novia se convirtieron en carpetas de investigación apiladas en fiscalías, a lo largo y ancho del país?

¿Cómo fue que el apagar violentamente una sonrisa femenina se transformó en una discusión entre penalistas, sobre cómo llamar a tal atrocidad?

¿Cómo fue que los feminicidios se dispararon en nuestro país -del 2015 a la fecha- en un ¡137.5 por ciento!, según la Fiscalía General de la República, con base en datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública?

¿Por qué las autoridades, a pesar de que la realidad las ha rebasado, han tratado de maquillar los femincidios como homicidios dolosos; y luego han intentado confundir con la reclasificación del delito?

¿Por qué entre más se escucha el canto vigoroso de Amparo Ochoa, más se ensanchan las estadísticas?

Mujer, si te han crecido las ideas,
de ti van a decir cosas muy feas;
que, que no eres buena… que, que si tal cosa;
que cuando callas, te ves mucho más hermosa…

Hemos sido educados -y educadas- en una sociedad machista, incluso desde el punto de vista religioso…

Ahí está 1ª Corintios 14, 34-35:

Que las mujeres guarden silencio en las asambleas; no les está, pues, permitido hablar, sino que deben mostrarse respetuosas, como manda la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues no está bien que la mujer hable en la asamblea.

Y el Levítico 12, 1.5:

El Señor dijo a Moisés: –Di a los israelitas: La mujer que quede embarazada y dé a luz un varón, quedará impura durante siete días, como cuando tiene la menstruación… Si da a luz una niña, quedará impura durante dos semanas.

Y el Génesis 3, 16:

A la mujer le dijo: Multiplicaré los dolores de tu embarazo, darás a luz a tus hijos con dolor; desearás a tu marido y él te dominará.

Y Efesios 5, 22-23:

Que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratara del Señor; pues el marido es cabeza de la mujer.

Y 1ª Timoteo 2, 11-12:

Que la mujer aprenda sin protestar y con gran respeto. No me parece bien que la mujer se dedique a enseñar ni que domine al marido, sino que debe comportarse con discreción.

Y ni qué decir de la “liberal” Epístola de Melchor Ocampo:

Que la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo.

…y también la maldad humana, de la que habló Goethe:

La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto.

¿Cuántos gritos, cuántas lágrimas derramadas por Ingrid, por Abril… y por tantas más que han vivido y muerto con el terror y el dolor en sus cuerpos; mientras nuestra capacidad de indignación parece ya haberse agotado?

¡Por Dios, sacudámonos la indolencia, el desgano y la tibieza! Gritemos hasta enronquecer las melodías de Amparo, como un ¡Ya basta!

Mujer, espiga abierta entre pañales;
cadena de eslabones ancestrales;
ovario fuerte, dí, di lo que vales.

No, más llanto, por favor… no más dolor, no más feminicidios… ¡Hagamos algo!

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