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El sagrado ritual de la comida (parte 5)

Tlaltecatzin, señor de Cuauhchinanco, fue un príncipe de estirpe chichimeca que gobernó en el actual estado de Puebla, a mediados del siglo 14. Fue también un consumado poeta, quien optó por escribir en náhuatl. El maíz y el cacao, alimentos de los dioses, figuran entre sus temas principales (de acuerdo con la tradición prehispánica, los hombres fueron creados a partir del maíz, mientras que las semillas del cacao cayeron del cielo). En uno de sus poemas, el bardo dialoga con ahuianu, la “alegradora”, como se daba en llamar a las mujeres públicas en el México prehispánico. La describe como “preciosa flor de maíz tostado” y la equipara al floreciente cacao, del que todos anhelan gozar.

Transcribo aquí un pasaje del referido poema, uno de los tantos traducidos del náhuatl por don Miguel León Portilla, quien consagró su vida al estudio de la cultura náhuatl: “El floreciente cacao / ya tiene espuma, / se repartió la flor del tabaco. / Si mi corazón lo gustara, / mi vida se embriagaría. / Cada uno está aquí, / sobre la tierra, / vosotros, señores, mis príncipes, / si mi corazón lo gustara, / se embriagaría.”

Que Tlaltecatzin se maravillase con el embriagador aroma del cacao no es de extrañarse. Siglo y medio más tarde, en sus correrías por el actual Tabasco, Hernán Cortés tendría ocasión de deleitarse con el ‘xocolatl’ (chocolate), bebida preparada con granos de ‘cacahuatl’ (cacao), chile y especias varias. Cabe notar que los mesoamericanos lo tomaban frío. Los frailes que posteriormente arribaron a tierras americanas le agregaron canela y optaron por beberlo caliente. Una vez adoptado en Europa, los peninsulares lo preferían con leche y su consumo quedaba reservado para las clases pudientes.

En el México prehispánico el xocolatl tampoco era para todos. Las mujeres lo tenían vedado y en el imperio azteca solo los nobles y guerreros podían degustarlo. Sin embargo, al resto de la población se le permitía disfrutarlo de manera esporádica en determinadas ceremonias. El vocablo xocolatl significa “agua espumosa” (‘xoco’, espuma; ‘atl’, agua). Para su preparación, se tostaban en el comal las semillas secas del ‘kakaw’ (como llamaban los mayas al cacao), que eran luego molidas en metate, abajo del cual se levantaba lumbre para evitar que las semillas se hicieran correosas. Lo condimentaban con chile y flores de vainilla, y lo servían en jícaras, para lo cual lo dejaban caer desde lo alto para que soltase su espuma.

El cacao era, además, usado como moneda corriente y los pueblos sojuzgados lo entregaban como tributo a los aztecas. El cacaotero, o árbol del cacao, se cultivaba cerca de los palacios y los centros ceremoniales, en las regiones cálidas, y era transportado a lomo al Altiplano Central. A nivel artístico, el árbol aparece representado en la tumba del rey maya Pakal (siglo 7), en el fresco del Templo Rojo de Cacaxtla (Tlaxcala, siglo 8) y en el Templo de los Búhos en Chichen Itzá (siglo 9).

(Continuará la siguiente semana)

Bibliografía consultada: “Chocolate: cultivo y cultura del México Antiguo” (2011). Artes de México No. 103. Octavio Paredes López (et al.) (2006). “Los alimentos mágicos de las culturas indígenas mesoamericanas”. CDMX: Fondo de Cultura Económica. “Gastronomía prehispánica en México: Tradiciones heredadas” (2008). Fundación Cultural Armella Spitalier. Miguel León Portilla (2009) “Tlaltecatzin de Cuauhchinanco, cantor del placer, la mujer y la muerte (Siglo XIV)”. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas.

El sagrado ritual de la comida (parte 4)

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