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Emprendedores que nos cambian la vida (parte 4)

Si tuviera que escoger al emprendedor ideal, el primero que me vendría a la mente es Jeff Bezos, fundador y presidente ejecutivo de Amazon. El magnate anunció en noviembre que donará por etapas la mayor parte de su fortuna de 124 mil millones de dólares, con el propósito de combatir el cambio climático y financiar proyectos sociales. Hablando de manera hipotética, si se ejecutara su magnánimo plan en el transcurso de un solo año, Bezos podría darse el lujo de donar 300 millones de dólares diarios y aun así le quedaría parte de su fortuna.

Como he argumentado hasta ahora en esta serie, la mayoría de los emprendedores empieza desde temprano. Es el caso de Bezos, quien a sus 26 años era ya un importante directivo bancario. Dos años después, se trasladó a Wall Street, en donde se convirtió en el vicepresidente de un fondo de inversiones libres.

Como parte de su trabajo, identificó el enorme potencial del naciente comercio electrónico y tomó la decisión de independizarse para crear Amazon. De acuerdo con la cadena noticiosa CNBC, en 1994 Bezos sostuvo 60 reuniones con familiares, amigos y posibles inversores para reunir el capital inicial de la empresa. Veinte de ellos accedieron a su llamado, incluidos sus padres, quienes invirtieron 254 mil dólares, a pesar de que su retoño les advirtió que había un 70 por ciento de probabilidades de que no recuperasen su dinero, por tratarse de una oportunidad de negocios de muy alto riesgo.

Tan exitosa ha resultado la empresa que, de acuerdo con estimaciones financieras, si Jacklyn y Miguel Bezos (su padrastro es cubano) conservaran las acciones originalmente compradas, estas valdrían hoy ¡30 mil millones de dólares! Lo que sí es un hecho es que dinero no les falta, pues la pareja recientemente adquirió una mansión en Florida, con valor de 44 millones de dólares.

En el libro “The entrepreneur mind” (“La mente del emprendedor”), Kevin D. Johnson plasma sus experiencias personales como emprendedor e identifica las características que distinguen a estos hombres y mujeres de negocios. Una de ellas es la de tomar la iniciativa de pedir ayuda, como recién constatamos con Bezos. Mark Zuckerberg también recurre a esta práctica, pues en su momento solicitó el apoyo económico de sus padres para financiar el lanzamiento de Facebook. Los 85 mil dólares que ellos le proporcionaron le permitieron adquirir los primeros servidores de la compañía.

Gozar de padres adinerados no es, desde luego, un requisito para convertirse en un emprendedor exitoso. Ni siquiera es indispensable ser excepcionalmente inteligente. Smith, de hecho, recomienda rodearse de gente más inteligente que uno. “Hoy en día, señala en su libro, mantengo un círculo de personas inteligentes en crecimiento continuo. Mi círculo incluye directivos empresariales con amplia experiencia, expertos en tecnología, inversores y muchos otros, que forman parte de prestigiadas empresas y universidades”.

Smith incluso revela que algunos emprendedores presentan trastornos del comportamiento que en nada demeritan sus posibilidades de acción. Por ejemplo, una tercera parte de ellos presentan alguna forma de dislexia, entre estos, Richard Branson, fundador de Virgin Records, a quien me referí la semana pasada. En cuanto a Zuckerberg, este presenta síntomas de Asperger, un trastorno del espectro autista que afecta la conexión social y emocional.

(Continuará la próxima semana)

Emprendedores que nos cambian la vida (parte 3)

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