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Conectados por las redes, solos por dentro

La soledad es pasajera, como solía cantar José José en sus años mozos. El problema es que cuando esta se nos aparece no resulta ya tan pasajera y hacemos lo imposible por sentirnos conectados de nuevo. Sherry Turkle, quien lleva 30 años estudiando la comunicación humano-tecnológica, aborda semejante paradoja en uno de sus libros: “En la actualidad, cuando vemos a la gente esperando el cambio de semáforo o haciendo cola en el supermercado, parecieran entrar en pánico, pues echan mano de sus teléfonos. Estamos tan acostumbrados a estar siempre tan conectados, que damos por hecho que estar solos es un problema que la tecnología debería resolver”.

Turkle, profesora del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), afirma que si realmente nos sintiéramos cómodos con nosotros mismos, no sentiríamos la urgente necesidad de sentirnos conectados a como diera lugar. ¿Por qué, entonces, nos empeñamos en huir de nosotros mismos? La razón es simple: odiamos sentirnos solos.

En “Alone together” (Conectados pero solos), Turkle pone el dedo en la llaga al señalar que si nos sentimos conectados por obra y gracia de los celulares y otros adminículos, se trata en realidad de un autoengaño, pues, por más que saturemos nuestra rutina con mensajitos salpicados de caritas y ‘stickers’, las relaciones con aquellos con quienes nos relacionamos en el mundo digital nunca igualarán la cercanía emocional de una conversación personal ni la plenitud de un cálido apapacho.

Entrevistada recientemente por “El Diario de Sevilla”, Turkle declaró: “Aunque pensemos que estamos conectados a través de Internet, la relación que se establece entre nosotros no es igual a la que mantendríamos en persona. Preferimos mandar mensajes o ‘emails’ a nuestros amigos, familiares o compañeros de trabajo en lugar de conversar con ellos cara a cara. Esta actitud nos aleja unos de otros, desvía nuestra atención y nos vuelve menos empáticos”.

En lo personal, recuerdo cuando resultaba de lo más normal reunirme con mis amistades cercanas en un Vips o en un Sanborns. Cuando se empezó a popularizar el WhatsApp, los mensajes tecleados o grabados empezaron a sustituir las conversaciones de café. De pronto, insistir en reunirnos en persona empezó a sonar como una necedad. Fue también la época en la que surgieron las amistades virtuales.

Aun si nos reunimos en persona, a menudo sacamos el celular en medio de la conversación con el menor pretexto. Al hacerlo, es como si le pusiéramos pausa a la persona que tenemos enfrente, a quien le damos a entender que hay cosas más importantes, divertidas o interesantes que ella. No es, pues, de extrañar que esta se sienta menospreciada o ninguneada. Si dicha situación se presenta con la pareja, sobra decir que las consecuencias podrían resultar nefastas.

Si las redes sociales son un indicador de qué tan bien nos llevamos, es claro que estas difícilmente saldrán bien libradas. Noreena Hertz lo confirma así en “El siglo de la soledad”, un libro de reciente aparición.

El anterior es un adelanto exclusivo para los lectores de “Códigoqro” de un ensayo de investigación que aparecerá publicado próximamente en «Talento Empresarial Magazine». Mi colaboración más reciente en dicho espacio informativo, “Vitalidad, llave de la salud espiritual”, puede ser leída en https://talentoempresarialmagazine.com/. La edición impresa se encuentra disponible en las tiendas Sanborns de todo el país.

Un nuevo enfoque: la inteligencia práctica

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