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Gobernar las emociones (parte 3)

Si planteas la pregunta “¿qué crees que deberíamos hacer con las emociones?” a 10 diferentes personas, seguramente recibirás 10 diferentes respuestas, desde las más disímbolas (esconderlas vs. multiplicarlas al máximo) hasta las más o menos razonables (expresarlas, utilizarlas, comprenderlas).

En su libro “Agilidad emocional”, Susan David, profesora de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, responde así a dicha interrogante: deberíamos tomar conciencia de ellas y aceptarlas como algo que nos es de utilidad, aunque a veces nos hagan sentir incómodos. Lo que NO recomienda hacer es evitarlas, tratar de controlarlas o desgastarnos dándole demasiadas vueltas a su posible significado.

La agilidad emocional, explica David, es un proceso que nos permite experimentar las emociones en el momento presente, de manera tal que podamos hacerlas fluir en congruencia con nuestro sentido de identidad personal. Dicho proceso consta de cuatro pasos: 1) permitirles que se manifiesten, ya que forman parte de lo que somos, 2) observarlas sin juzgarlas, 3) preguntarnos de qué manera se relacionan con nuestro ser interior y 4) encontrar la mejor manera de expresarlas.

Como podemos ver, la postura de esta autora con respecto a las emociones estriba en intentar darles sentido cuando estas se presentan. Si sabemos qué las hizo aparecer, sabremos cuándo habrán de retirarse. En lo personal he descubierto que este enfoque va en línea con la postura de Vito Sgobba, mi maestro de ‘coaching’, quien acostumbraba a decirnos que las emociones se manifiestan en función de algo que en lo particular nos resulta valioso: si te sientes contenta es porque algo valioso para ti sucedió o está sucediendo; si te pusiste triste es porque algo valioso se perdió; si tienes miedo es porque podrías perder algo valioso, y así sucesivamente.

Para que las emociones nos hagan sentido, plantea David, es menester identificar nuestros valores personales, ya que aquello que es bueno para mí puede no serlo para ti y viceversa. De ahí la máxima de Sócrates de “conócete a ti mismo”. Vale, pues, la pena preguntarnos en un nivel más profundo: ¿qué me resulta más valioso?… ¿las relaciones que llevo con mis semejantes?, ¿las situaciones que me generan una mayor vitalidad y entusiasmo?, ¿o acaso la manera en que generalmente me quiero sentir?

De acuerdo con David, los valores personales presentan las siguientes características: los escojo libremente en vez de que alguien me los imponga; no son reglas que deba obedecer ni metas a las que deba aspirar, sino cualidades que le dan sentido a mi vida y contribuyen a que me acepte tal como soy y no como quisiera ser. “Cuando estás consciente de aquello que realmente te resulta importante (apunta la citada autora), podrás liberarte de aquello que no lo es”.

En conclusión, desarrollamos agilidad emocional cuando tenemos claridad de qué es lo que realmente queremos. De esta manera, no te quedarás callado cuando te opongas a algo que no debería suceder; no te llenarás de cosas por hacer simplemente porque puedes hacerlas; no sentirás la necesidad de “estar en lo correcto” todo el tiempo y emprenderás con entusiasmo las cosas que te resultan difíciles si sabes que bien vale la pena llevarlas a la práctica.

Gobernar las emociones (parte 2)

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