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martes, abril 29, 2025
    ESPECIALVivir con párkinson

    Vivir con párkinson

    Temblor, lentitud de movimientos y rigidez muscular son algunos de los síntomas del párkinson, una patología que impacta de manera muy significativa en la calidad de vida de quienes la padecen

    El párkinson es la segunda enfermedad degenerativa más común en todo el mundo, solo por detrás del alzhéimer.

    Le debe su nombre al médico inglés James Parkinson, que fue la primera persona en describir esta patología, en el texto “Ensayo sobre la parálisis agitante”, publicado en 1817.

    James Parkinson nació el 11 de abril de 1755 y, en su honor, en abril se conmemora el Día Mundial del Párkinson.

    “La principal alteración patológica de la enfermedad de Parkinson es la pérdida de neuronas de la sustancia negra del tronco cerebral que producen y liberan dopamina. Este neurotransmisor es necesario para la correcta realización de los movimientos”, explican los especialistas de la Fundación del Cerebro. La causa de que esto ocurra todavía no está clara. No obstante, según indica esta entidad, se están empezando a comprender los mecanismos moleculares básicos que producen la degeneración neuronal.

    El párkinson se da, sobre todo, en personas mayores. Sin embargo, “la edad no es el único factor de riesgo para padecer esta enfermedad. Aunque aún desconocemos la causa exacta de su origen, cada vez se encuentran más evidencias de que puede ser el resultado de una combinación de factores ambientales en personas genéticamente predispuestas”, detalla Álvaro Sánchez Ferro, coordinador del grupo de estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

    Movimiento y equilibrio

    En las personas con párkinson, la zona del cerebro que se ve afectada por la carencia de dopamina es la que controla, entre otros aspectos, el movimiento y el equilibrio.

    Por ello, los síntomas más característicos de la enfermedad son el temblor, la rigidez muscular, la lentitud en el movimiento y la inestabilidad postural. Pero también son habituales otros síntomas no motores, como la pérdida del sentido del olfato, cambios en el estado de ánimo, depresión, alteraciones del sueño, estreñimiento e, incluso, degeneración cognitiva.

    “Los primeros síntomas que nos pueden alertar de la enfermedad son, en el ámbito motor, la aparición de un temblor de reposo, sobre todo en las manos y los dedos, problemas progresivos en la marcha, con la sensación de que los movimientos son cada vez más lentos y torpes, y falta de equilibrio”, comenta el doctor Álvaro Sánchez Ferro.

    La enfermedad de Parkinson no tiene cura y sus tratamientos disponibles se dirigen a paliar los síntomas. El fármaco más habitual para las personas con párkinson es la levodopa.

    Las neuronas “usan levodopa para producir dopamina y reponer esta sustancia en el cerebro. Por lo general, la levodopa se toma junto con otro medicamento llamado carbidopa, que previene o reduce algunos de los efectos secundarios de la levodopa, como náuseas, vómitos, presión arterial baja e intranquilidad. También disminuye la cantidad de levodopa necesaria para mejorar los síntomas”, expone el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Estados Unidos (NIA, por sus siglas en inglés).

    Otros medicamentos para tratar los síntomas del párkinson son: “los agonistas de dopamina, que estimulan la producción de dopamina en el cerebro; los inhibidores de enzimas, que incrementan la cantidad de dopamina al demorar las enzimas que descomponen esta sustancia en el cerebro; la amantadina, que ayuda a reducir los movimientos involuntarios, y los medicamentos anticolinérgicos, que contribuyen a reducir los temblores y la rigidez muscular”, precisa.

    Cuando los fármacos no dan resultados, se puede recurrir a otras terapias, como la estimulación cerebral profunda. Se trata de un procedimiento quirúrgico mediante el que se implantan unos electrodos en el cerebro para tratar varios síntomas de la enfermedad de Parkinson, como el temblor, la lentitud de movimientos o la rigidez.

    En el ámbito de la nutrición, el párkinson puede asociarse a problemas como dificultad para tragar, pérdida de peso involuntaria o problemas digestivos.

    “Es importante fomentar la ingesta de verduras, frutas y cereales integrales, y reducir el consumo de carbohidratos refinados, azúcares añadidos, carnes rojas y lácteos”, señala.

    El ejercicio físico también es muy importante: “Los pacientes que comienzan a hacer ejercicio antes presentan mejoras en su calidad de vida en comparación con aquellos que tardan más en incorporarlo a su rutina”, apunta el neurólogo.

    Además, quienes ya realizaban actividad física regularmente antes del diagnóstico muestran beneficios en sus síntomas.

    Otro factor clave es el propósito de vida. De hecho, las personas con metas y aspiraciones mantienen mejor su función cognitiva y presentan un menor riesgo de demencia.

    “Tener objetivos ayuda a los pacientes a afrontar la enfermedad con una actitud más positiva, algo que también se ve reforzado por la socialización, que ha demostrado mejorar la calidad de vida y reducir la ansiedad y la depresión”, subraya el doctor Santos.

    Así mismo, el neurólogo destaca el profundo impacto que genera el párkinson en el círculo más próximo al paciente. De hecho, a medida que la enfermedad avanza, los afectados requieren mayor apoyo en sus actividades diarias, lo que puede generar una sobrecarga en las personas encargadas de los cuidados.

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