GURÚES

Guerreras y chamanas, esencia del poderío femenino (parte 2)

Las chamanas se han ganado un nicho especial en el mundo de la sanación espiritual y la representación divina desde tiempos prehistóricos. Los restos mortales de una de estas sabias mujeres fueron descubiertos en Dolní Věstonice, un sitio arqueológico que fue habitado hace 28 mil años. En el lugar se encontraron dos omóplatos de mamut apoyados entre sí, bajo los cuales yacía un esqueleto pintado con ocre rojo. A su lado se había colocado una punta de lanza y sobre una de sus manos se podían apreciar los restos de un zorro, animal guía en las tradiciones chamánicas. El esqueleto corresponde a una mujer del paleolítico superior.

Dicho hallazgo aparece documentado en un libro de la antropóloga Bárbara Tedlock (2005), en el que ella aborda el papel trascendental desempeñado por las mujeres en el ámbito de la sanación espiritual a lo largo de los siglos. Una de estas chamanas, que también formó parte de la realeza maya, fue Ix Balam K’ab’al Xook, quien gobernó Yaxchilán al lado de su consorte, el soberano Itzamnaaj Kokaaj B’ahlam. Tedlock describe así su figura, esculpida en un templo: “Se trata de una mujer hermosa de acuerdo con los estándares mayas, de barbilla ligeramente hundida y ojos almendrados. Su vestido se encuentra entretejido con flores de cuatro pétalos que simbolizan la sangre femenina” (p. 62, mi traducción).

En un dintel aparece ataviada con un elegante tocado, ornamentos de jade y huipil reticulado. La escena representa una ceremonia de autosacrificio: su lengua es atravesada por una cuerda llena de espinas y la sangre derramada escurre hacia una cesta con papeles de amate, colocada ceremonialmente a sus pies (Montellano y Buendía, 2018).

Sak K’uk’, otra mujer de la élite maya, transmitió el mando a su hijo Ajen Yph’l Mat tras el fallecimiento en batalla de su esposo, el soberano Ajen Yoh’l Mat. El evento quedó registrado en una lápida oval, en la que se le observa ataviada como Ixiim, dios del maíz en la mitología maya, con un faldellín de elementos romboidales, denotando así que es portadora de la sangre real (op. cit, 2018).

Un ejemplo más del poderío femenino en el mundo prehispánico es Wak Chanil Ajaw, también llamada “Señora Seis Cielo”, quien ostentó la distinción “K’uhul Ajaw”, otorgada a los líderes religiosos y políticos del Preclásico Tardío maya (400 a.C–250 d.C). Montellano y Buendía (op. cit., 2018) describen una estela en la que sostiene en sus brazos un tazón con objetos asociados al autosacrificio y la fertilidad. Como la guerrera triunfadora que fue, a sus pies figura un prisionero sometido y derrotado.

Siglos después, el neurofisiólogo mexicano Jacobo Grinberg refrendaría el lugar privilegiado de las sanadoras trabajando al lado de Bárbara Guerrero, la famosa Pachita, a quien dedicó uno de sus libros.

“El nivel de la conciencia de Pachita –explicaba en dicha obra– era extraordinariamente diferenciado. Durante las operaciones que realizaba, ella era capaz de materializar objetos, órganos y tejidos. El manejo de las estructuras orgánicas le permitía realizar trasplantes de órganos a voluntad, curaciones de todo tipo y diagnósticos a distancia con un poder y exactitud colosales” (op. cit., 1994, p. 3). Grinberg dedicó extensas narraciones del texto a las múltiples curaciones psíquicas de las que fue colaborador y testigo.

(Continuará la semana entrante)

Referencias bibliográficas: Montellano, A., Buendía, E. (2018). Mujeres y poder. Los casos de las señoras K’abal Xook de Yaxchilán, Wak Chanil de Naranjo y Sak K’uk’ de Palenque. “Revista Horizonte Histórico” 8 (17) 4-21. / Tedlock, B. (2005). “The woman in the shaman’s body”. Nueva York: Bantam. / Grinberg-Zylberbaum, J. (1994). “Pachita”. Serie Los Chamanes de México. CDMX: Editorial Colofón.