¡Consummatum est! ¿Y ahora, qué sigue después de que el pueblo bueno y sabio hizo ayer el amor electoralmente, parafraseando al senador Gerardo Fernández Noroña?
Por lo pronto, esperar a que corran los plazos establecidos por el INE para conocer los nombres de los primeros jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial de la Federación elegidos popularmente, en un proceso que nació viciado y que conforme fue desarrollándose se prostituyó con chicanadas, sospechas e improvisaciones.
Pero, ¿qué futuro le depara al país? Por un lado, la presidenta Claudia Sheinbaum sostiene que “la reforma al Poder Judicial es la defensa por la justicia, honestidad y honradez”, y que “Estamos en un proceso de transformación que decidió el pueblo de México contra la corrupción, el nepotismo y los privilegios”.
Por el contrario, analistas y opositores a la reforma judicial que hoy ya es una realidad, consideran que tras la elección de este domingo, lo que sigue es continuar el camino hacia el autoritarismo, debido a que se ha quebrantado el equilibrio de poderes. El expresidente Ernesto Zedillo, ya lo sabemos, augura una transición de la democracia a la tiranía.
Sin embargo, el investigador emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Diego Valadés, a propósito de la publicación de su libro “Constitución y Gobernabilidad”, advirtió la semana pasada en entrevista con Aristegui, que nos encaminamos, no hacia una dictadura, sino hacia una anarquía porque “lo que está perdiendo el sistema político mexicano progresivamente, es gobernabilidad: ya no tenemos control de muchos aspectos”.
“La tiranía implica un gobierno ajeno al Derecho, pero con una autoridad y un orden eficaces; nosotros estamos entrando a una etapa de estar también ajenos al Derecho, pero sin orden, sin dirección clara, sin control de los procesos que están dándose en el país; por lo tanto, lo que tenemos no es tiranía, es anarquía”, expuso.
Y definió la anarquía en unas cuantas palabras: la pérdida de la autoridad y la pérdida del ejercicio eficaz del poder coactivo del estado; aunque puntualizó que esta, aún no ha quedado plenamente establecida, pero que hacia allá vamos… y uno de los elementos, subrayó, es la elección judicial.
“Estamos viendo que no se tiene ya mucho control sobre áreas del país. Cuando ya no se tiene control sobre muchas actividades, digamos, la extorsión está aumentando en el país y está afectando a todo tipo de productores, sobre todo a las empresas medianas y pequeñas; estamos viendo los reclamos que tienen mínima viabilidad -el pensar que se aumente el cien por ciento de los salarios a los maestros (…) pero lo que están haciendo es dejar sin escuela a los niños- , lo que indica ya un proceso de desorganización social; pero, lo más importante, cuando hablo de anarquía y de pérdida de la gobernabilidad, es que desde dentro del poder se están socavando las instituciones del estado. Lo que se hizo en materia de reforma judicial, destrozar el sistema de carrera judicial para convertirlo en una carrera política (…), es parte de la destrucción institucional de la vida mexicana. Eso es pérdida de gobernabilidad, y eso nos lleva no a la dictadura, sino a la pérdida de las capacidades de acción del Estado”, dijo también.
El jurista consideró, asimismo, que se tomó la decisión de desmantelar lo que se había avanzado para entregarle la justicia a los grupos de presión, a los caciques y a las organizaciones delincuenciales: “Cuando se hace esto, no puede ser un episodio ingenuo, ni un accidente en el diseño; tuvo que ser una decisión deliberada de afectar la estructura esencial del Estado, que se llama justicia, pues es que la idea consiste justamente en abrir el espacio a los factores de poder y limitar las capacidades del estado de conducir la vida política, económica, jurídica y de seguridad del Estado mexicano”.
Entonces, el futuro, desde su perspectiva, es el vacío… porque lo que se tuvo en cuenta fue cómo destruir lo que había, pero no hay un solo planteamiento, en los últimos años, de cómo hacer un nuevo tipo de Estado.
Para el investigador, la sustitución de jueces que se consideran “de la etapa neoliberal” -que no tiene nada que ver el neoliberalismo con la judicatura, acotó- provocará el aceleramiento de la ingobernabilidad en el país, “porque lo que se nos viene encima no solo es impreparación profesional, también podemos prever un nivel de corrupción que no hemos visto en dos siglos de la historia de México”.
¿Democracia, tiranía o anarquía? La moneda está en el aire…