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El arte, aliado incómodo de la conciencia (parte 4)

Ver “cine de arte” era una de las actividades favoritas de quienes estudiábamos la carrera de Comunicación en el Monterrey de los años 70. Disfrutábamos de las películas de Buñuel, Bergman y Kurosawa porque llevaban “un mensaje”, a diferencia de los bodrios comerciales del cine hollywoodense, a los que considerábamos simple “espectáculo de masas”.

Habíamos colocado también en un pedestal a la Nueva Trova Cubana, pues las creaciones de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez nos parecían verdaderos poemas. A decir verdad, Chico Ché y Rigo Tovar también nos agradaban, pero los escuchábamos un poco a escondidas, por aquello de los “placeres culposos”.

Hoy, avergonzado, me doy cuenta de que nuestra actitud era injustificablemente ‘snob’, clasista y pretenciosa. Con el tiempo, he aprendido a entender que el arte reside en gran parte en el ojo del espectador y no en la creación misma. Sin importar cómo establezcamos la diferencia entre aquello a lo que atribuimos o no un valor artístico, el criterio será necesariamente arbitrario. Más aún, la definición de arte variará de una persona a otra y de una época a otra.

Si nos remontamos a la era de las cavernas, ¿podríamos determinar cuál fue la primera creación artística de la humanidad? Difícilmente. Podría pensarse, por ejemplo, que la Venus de Willenford, una figurilla de senos abundantes y caderas anchas, esculpida en piedra caliza y perfectamente conservada a pesar de sus 20 mil años, pudo haberlo sido.

Si hablamos de pinturas rupestres, podría citar la imagen de un cerdo salvaje, trazado en ocre rojo hace 45 mil años en una cueva de Indonesia. Aún más arcaico es un garabato dibujado en una roca hace 73 mil años, en lo que hoy es Sudáfrica. ¿Hizo gala de creatividad artística el humano que lo trazó o fue el producto de un impulso momentáneo? Imposible saberlo.

Una creación más reciente es el llamado bisonte de Altamira, pintado en piedra 15 mil años atrás, en el Paleolítico Superior. ¿Esta representación simbólica formó parte de algún ritual religioso o mágico, o se debió a la inspiración de su anónimo creador? Tampoco lo sabemos.

¿Y qué decir de un fragmento de hueso, del tamaño de una pieza de ajedrez, en el que fue tallado un complejo diseño decorativo hace más de 50 mil años? Lo que vuelve único a este artefacto, encontrado en una cueva de Alemania, es que tal vez haya sido labrado por neandertales, pues el Homo sapiens no había hecho aún su aparición en esa parte del mundo. “El descubrimiento proporciona a los investigadores un motivo para replantearse el antiguo supuesto de que los neandertales eran incapaces de tener creatividad o pensamiento complejo”, señala un periodista científico (Andrew Curry, revista National Geographic, 2021).

¿Podría dicha pieza ser considerada como una creación artística? Thomas Terberger, uno de los arqueólogos de la Universidad de Gotinga que realizaron el hallazgo así lo cree, partiendo del supuesto de que la expresión simbólica es uno de los rasgos distintivos del arte. “Desde la elección de la especie animal hasta la orientación de las líneas de corte… el antiguo tallador o talladora del hueso tomó decisiones deliberadas. Cuando te comunicas con diseños y símbolos complejos, estás en la frontera de lo que llamaríamos arte o ya lo es de hecho”, señala.

(Continuará la semana entrante)

Referencia bibliográfica: Curry, A. (2021). “¿Fueron los neandertales los autores del ‘arte’ en la famosa cueva del Unicornio?”. Revista National Geographic, edición de julio.

El arte, aliado incómodo de la conciencia (parte 3)

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