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Las zonas de silencio siguen creciendo en México

Eran los primeros meses de 1997, un año interesante porque fue el año en que el PRI perdió por primera vez la mayoría en el Congreso de la Unión; fue el año en que murió Fidel Velázquez, hasta entonces eterno líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM).

Conocí a una joven médica pasante egresada de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENEP) Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ella fue asignada a hacer su año de servicio social en una clínica del Programa IMSS-Solidaridad (hoy IMSS-Bienestar) en la comunidad de Mesa del Nayar, en el municipio de El Nayar, en Nayarit.

Yo estaba en una emisora de radio en la cabecera municipal de El Nayar, que era Jesús María, a 45 minutos de distancia en caminos de terracería. Íbamos seguido a Mesa, porque allí nos abastecíamos de agua potable y porque era paso obligado para ir a Tepic.

Durante todo ese año, la médica vivía y trabajaba en la clínica, atendiendo pacientes las 24 horas del día, sin días de descanso y con un ingreso miserable. Nunca conocí al médico responsable de esa clínica, porque nunca estuvo presente. Nunca trabajó en la clínica donde debía estar y dejaba todo a su pasante, sin experiencia ni recursos suficientes para tratar ciertos padecimientos y emergencias.

Esa clínica rural tenía luz eléctrica, pero no teléfono (solo había una caseta para todo el pueblo, de mayoría indígena cora). Eran los tiempos en que el ejército realizaba “operativos” contra el narco, violando derechos humanos y abusando de las poblaciones indígenas, con el respaldo de policías judiciales, estatales y municipales. Eran los tiempos en que esa región era ruta de trasiego de droga entre Sinaloa y Jalisco y la médica estuvo sola todo el tiempo.

A la médica la cuidaba la población cora de Mesa, pero no había garantías de que no fuese víctima de algún violador, un grupo criminal o soldados y policías abusivos. No había manera de activar un plan de reacción inmediata para salvarla ante una emergencia.

Hace 25 años de eso y la médica regresó a su lugar de origen, pero muchos no lo han logrado. La desprotección del personal sanitario en zonas apartadas del país no es nueva y afecta también a quienes trabajan en la reconstrucción de caminos, a quienes llevan energía eléctrica, correo postal, alimentos y, claro, a quienes se atreven a hacer periodismo y que saben que contar estas historias es una práctica riesgosa, pero que deberíamos hacer y acompañar desde nuestra labor informativa.

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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo hoy”, que se transmite los martes a las 13:00 h, por Radio Educación.

En las noticias falsas, ¿quién es más tonto?

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