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La pandemia que sigue

Ya que la mayoría de la población estamos como en “desbandada” y vamos para el centro comercial, las plazas públicas, mercados, reuniones sociales y fiestas predecembrinas, quizá con la intención de olvidarnos de la pandemia de la Covid-19 o de recuperar “el tiempo perdido” de casi dos años, no parece que tengamos presentes los efectos que traerá la pospandemia, algunos de los cuales serán los concernientes a la salud mental.

Algunos autores afirman que las generaciones actuales perderán hasta 1.5 puntos de su coeficiente intelectual (CI), otros, con los que coincido, aseguran habrán de presentar o incrementar síntomas de depresión. No me refiero a esa “depresión” que nos da al estar en casa por la tarde, un día de descanso obligatorio como ayer, tirados en el sillón, aún en pijama, bostezando y comiendo frituras y refresco de soda. Me refiero a la depresión que, si bien podemos identificar señales emocionales, cognitivas, comportamentales y biológicas, muchas veces aparece encubierta y no nos damos cuenta de que la padecemos, pero que hace que no disfrutemos plenamente de la vida cotidiana.

Se estima que, en promedio, 10 de cada 100 mexicanos presentan ya un cuadro de depresión y que una persona puede tardar hasta ocho años en acudir con un profesional de salud mental, así como gastar hasta 47 mil 892 pesos para recuperar un estado de bienestar físico y mental. De esta forma, la depresión, ya considerada un problema de salud pública, se convertirá en la pandemia que sigue, pues afectará a una mayor cantidad de personas, a la sociedad en general, a la economía y a las políticas públicas.

La depresión no vendrá sola. Padecimientos como la ansiedad, la pérdida del rol familiar, el suicidio, el ausentismo laboral, la soledad, la obesidad, las demencias, enfermedades coronarias y reumatológicas serán sus fieles compañeras durante muchos años, por lo que la salud mental debe abordarse de manera integral, conjuntamente con otras especialidades médicas.

La depresión se atiende con antidepresivos de patente, pastillas placebo, ejercicio diario, calidad de sueño, resolución de problemas, apoyo socio-familiar, dieta de estilo mediterráneo, psicoeducación, ‘mindfulness’ y psicoterapia, entre lo más conocido. No descartemos que, con el avance de la tecnología, los cosméticos cerebrales tengan mayores y mejores efectos o que una nueva aplicación en nuestro celular nos indique el nivel de estado emocional al inicio de cada día o hagamos uso de programas de realidad virtual o en casa contemos con el robot “psique” para contarle nuestras intimidades que nos causan incomodidad, o, de plano, coloquemos en el cerebro un dispositivo médico que equilibre la química en los neurotransmisores. Si a usted le parece poco el costo por atender ahora la depresión, podrá invertir en las opciones anteriores, que ya son del consumo de muchos pacientes.

En una reciente conferencia presentada en el foro Salud mental y la innovación en México, organizado en el Senado de la Republica, la cardióloga Gabriela Borrayo Sánchez, adscrita al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), institución que atiende al 62 por ciento de la población mexicana, planteó que, por la Covid-19, de las 105 mil personas hospitalizadas, el 75 por ciento podrá presentar un síndrome post-Covid-19, y de aquellas que se atendieron en casa, el 10 por ciento con síntomas persistentes se sumará, teniendo un total de 211 mil pacientes que serán atendidos de manera integral durante algunos meses por 242 equipos de salud mental en México.

Sin embargo, el duro reto de las instituciones de salud es incrementar el personal de psicología en salud mental, dotación de fármacos psiquiátricos y habilitación de áreas de psiconeuroreahabilitación integral.

* Psicólogo clínico (UAQ), Coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente.

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