La familia es una entidad multigeneracional y, aunque puede estar conformada por tres o muchas más personas, es influida por recién nacidos, personas en envejecimiento y por los ancestros de la pareja. Nunca como ahora estos personajes han cobrado tanto sentido, dadas las condiciones de salud y relaciones familiares que participan para obtener bienestar, satisfacción y adaptación.
Quizás un elevado porcentaje de personas mayores vive con alguno de sus descendientes (hijo o hija) en su propia casa o en casa de ellos, ya sea por un retraso en el desprendimiento de los hijos, por dependencia prolongada o por condiciones de enfermedad. Sucede también que luego, de un desprendimiento, los hijos regresan, solos o acompañados de su propia familia, al hogar de uno o de ambos padres. A mayor edad de las personas, mayor posibilidad de vivir con los descendientes, pues la protección ante la Covid-19 o la discapacidad obligan a dicha circunstancia.
A pesar de necesitarla, no todos los adultos mayores aceptan permanecer en casa de los hijos. La necesidad de libertad y de autonomía para realizar labores cotidianas o el sentimiento de “no ser un estorbo” motivan a las personas mayores de 65 años a permanecer en su casa. En ocasiones, asumen el rol de “abuelos golondrinos” al convivir, de forma rotativa y periódica, en hogares diferentes.
Si bien los abuelos son importantes en la continuidad generacional y esta les genera satisfacción emocional, el que puedan hacerse cargo del cuidado de los nietos muchas veces resulta riesgoso y conflictivo para la familia, sobre todo si existen en ellos enfermedades crónicas, discapacidad o duelos no resueltos.
Cuando las condiciones no son favorables y chocan con intereses particulares, la conflictiva se traslada hacia el compromiso y responsabilidad de cuidados por parte de la descendencia. Las exigencias económicas, estilos de atención, jerarquía, ser mujer o varón, proximidad geográfica o preparación de cuidador van a determinar quién o quiénes se harán cargo de los padres. La jubilación o pensión no siempre es, por más que se quiera ver así, una etapa de descanso y de nuevos aprendizajes. Las adversidades de la actual pandemia han alterado las estructuras familiares y han ubicado a los mayores de 60 años como personas vulnerables de riesgo de muerte por las complicaciones que puedan presentarse. La falta de ajustes a este tipo de acontecimientos obliga la intervención del personal de salud mental en las familias, pues el déficit de información, habilidades, motivaciones, seguridad, recursos, compañía y amor es generador de trastornos psicológicos importantes como la desestructuración familiar o la violencia.
Hoy necesitamos pensar y actuar en beneficio de las personas mayores. Necesitan de nuestra compañía y ayuda. Ellos están en la última y penúltima etapa de su vida, que no es la menos importante. ¿Qué estás haciendo tú por ellos?
* Presidente del Colegio Estatal de Psicólogos de Querétaro, AC y Psicólogo Clínico adscrito al Hospital General del IMSS-Querétaro.
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