El Gobierno estadounidense también lanzará una investigación sobre las prácticas comerciales chinas en los sectores de construcción naval, marítimo y logístico
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció este miércoles que triplicará los aranceles que ya pesan sobre el acero y el aluminio procedentes de China, una medida que busca conquistar el voto obrero del estado clave de Pensilvania, pero que podría enfadar a Pekín.
“Voy a considerar triplicar los aranceles tanto del acero como del aluminio procedentes de China”, manifestó en un mitin en los cuarteles generales del sindicato de los trabajadores de la siderurgia en Pittsburgh, conocida como la “ciudad del acero”.
El arancel que se aplica actualmente a ciertos productos de acero y aluminio es del 7.5%, por lo que triplicarlo significaría elevarlo al 22.5%. Sin embargo, esa subida no entraría en vigor de inmediato, ya que antes debe pasar por un proceso de revisión en la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés).
Según explicó la Casa Blanca en un comunicado, el Gobierno estadounidense también lanzará una investigación sobre las prácticas comerciales chinas en los sectores de construcción naval, marítimo y logístico, lo que podría derivar en más aranceles.
El anuncio de Biden refleja cómo su política comercial se está viendo influenciada por sus intentos para ganarse el apoyo de la clase trabajadora, un sector que en los últimos años se ha sentido atraído por las políticas proteccionistas abanderadas por el expresidente republicano Donald Trump, su rival para las elecciones de noviembre.
Durante su mandato, Trump impuso aranceles en productos chinos valorados en cientos de miles de millones de dólares, a lo que Pekín respondió con más gravámenes, lo que desencadenó una guerra comercial que obstaculizó el crecimiento global y generó interrupciones en las cadenas de suministro.
Antes de su discurso en Pittsburgh, un periodista preguntó a Biden si estaba preocupado por un nuevo conflicto con China, ante lo que el mandatario se limitó a responder: “No habrá una guerra comercial”.
La medida anunciada fue rápidamente respaldada por sindicatos del sector siderúrgico y asociaciones comerciales, como el Instituto Americano del Hierro y del Acero, que en un comunicado acusó a Pekín de haber inundado el mercado estadounidense con acero barato para perjudicar a los productores nacionales.
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