Los vestigios arqueológicos y restos óseos encontrados recientemente revelan detalles perturbadores sobre la crueldad de este método de pena capital de carácter infamante, cuya víctima más famosa fue Jesús de Nazaret y que los antiguos romanos aplicaron durante siglos a los agitadores, esclavos y sediciosos
Jesús murió clavado en una cruz, alrededor del año 30 o 32 de nuestra era, mediante una pena de muerte habitual en los tiempos del Imperio Romano y considerada como el método de castigo más bárbaro que se aplicaba en aquella época antigua: la crucifixión.
Aunque este método de pena capital también fue aplicado por otras culturas de la antigüedad como los persas, los seléucidas y los cartagineses, la crucifixión se asocia principalmente con el imperio centrado en la ciudad de Roma y su víctima más famosa fue Jesucristo, a quien Poncio Pilato mandó ejecutar por crucifixión, según diversas fuentes históricas.
La crucifixión estuvo vigente desde aproximadamente el siglo sexto antes de Cristo (a.C.) hasta el siglo cuarto después de Cristo (d.C.), cuando Constantino El Grande, el primer emperador cristiano, la abolió en el Imperio Romano, de acuerdo con la Enciclopedia Británica (EB).
La persona condenada generalmente era azotada y obligada a arrastrar la viga transversal hasta donde estaba el poste. Allí, sus manos y muñecas eran atadas o clavadas a la viga transversal, que estaba sujeta al poste, a entre 2.50 y 3.50 metros sobre el suelo, y sus pies eran atados o clavados al poste, según la EB.
La muerte de los crucificados, que eran despojados de su ropa antes de ser atados o clavados con sus brazos extendidos al travesaño de la cruz, se producía finalmente por una combinación de circulación sanguínea restringida, insuficiencia orgánica y asfixia, al esforzarse el cuerpo debido a su propio peso, de acuerdo con esta misma fuente enciclopédica.
El fallecimiento de los condenados, que con frecuencia eran criminales, agitadores políticos o religiosos, piratas, esclavos o personas sin derechos civiles, se podía acelerar destrozando las piernas del crucificado con un garrote de hierro, lo que les impedía soportar el peso del cuerpo y dificultaba la inhalación, acelerando tanto la asfixia como el colapso orgánico, según la EB.
“La crucifixión tenía un carácter infamante, por lo que propiamente no podía aplicarse a un ciudadano romano, sino solo a los extranjeros”, de acuerdo con una investigación dirigida y coordinada por el sacerdote Juan Chapa, profesor de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología, de la Universidad de Navarra, en España.
“Desde que la autoridad romana se impuso en la tierra de Israel, hay numerosos testimonios de que esta pena se aplicaba con relativa frecuencia. El gobernador de Siria Quintilio Varo había crucificado, en el año cuatro a.C., a 2 mil judíos como represalia por una sublevación”, según esta investigación.
El crucificado de Givat ha-Mivtar (Jerusalén)
Los comentarios de Chapa sobre los descubrimientos arqueológicos realizados en 1968 en la necrópolis de Givat ha-Mivtar, en las afueras de Jerusalén, donde se encontró la sepultura de un hombre crucificado en la primera mitad del siglo primero d.C. dan testimonio de la crueldad de esta forma de castigo, tortura y pena de muerte.
El crucificado de Fenstanton (islas británicas)
Por otra parte, el esqueleto de un hombre crucificado con un clavo de hierro atravesando el hueso de un talón, encontrado en un cementerio romano desenterrado en el pueblo de Fenstanton, en Cambridgeshire (Inglaterra, Reino Unido), no solo es el único ejemplo conocido de crucifixión romana en las islas británicas, sino que probablemente sea el mejor conservado del mundo.
El Esqueleto 4926 fue hallado en el sitio de una antigua planta embotelladora de leche en el pueblo de Fenstanton, durante la excavación, en 2017, de cinco pequeños cementerios romanos que albergaban los restos de 40 adultos y cinco niños, con tumbas que datan principalmente del siglo cuarto d.C., según la Universidad de Cambridge, que participó en el hallazgo arqueológico.
La mayoría de los restos presentaba signos de mala salud, como enfermedades dentales, malaria y lesiones físicas como fracturas.
Entre ellos, se encontró un esqueleto masculino, depositado en su tumba igual que los demás, que tenía un clavo de hierro de cinco centímetros clavado horizontalmente en uno de los huesos de un pie: el calcáneo derecho, según la CAM.
El análisis dental y mediante técnicas de datación por radiocarbono, efectuado por los arqueólogos, indica que el crucificado de Fenstanton tenía entre 25 y 35 años de edad y una estatura aproximada de 1.70 metros (el promedio para aquella época), y que murió entre el 130 d.C. y el 360 d.C.
El Esqueleto 4926 fue enterrado rodeado de 12 clavos de hierro y junto a una estructura de madera que se cree que era un “féretro”, o tabla de madera, sobre el que pudo haber sido depositado su cuerpo una vez bajado de la cruz, según el equipo de investigadores, que incluye a la doctora Corinne Duhig, osteoarqueóloga de la UC.
“El clavo número 13, el que penetraba el talón, solo se descubrió en el laboratorio al lavar los huesos. Además, se encontró una hendidura más pequeña junto al orificio principal, lo que sugiere que un intento inicial de clavarlo en la cruz falló”, según Duhig.
Aunque la crucifixión era común en el mundo romano, la evidencia osteológica (en huesos) de su práctica es extremadamente rara, según Duhig, ya que “no siempre se utilizaban clavos (la víctima normalmente era simplemente atada a un travesaño) y los cuerpos no solían recibir entierros formales”.
“Cuando se utilizaban clavos, era una práctica común quitarlos después de la crucifixión para reutilizarlos, descartarlos o darles un nuevo propósito como amuletos”, destaca.