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diciembre 6, 2024

La imaginación es el límite

Raúl Ángeles es actor, dramaturgo y escritor de cuentos para niños, pero además promueve la lectura e incentiva el arte entre el público infantil, con obras como “Mi abuelo se comió un reloj”, su más reciente publicación

Con toda una vida dedicada a hacer y escribir teatro, Raúl Ángeles continúa cosechando éxitos tanto arriba de los escenarios como en el terreno de la dramaturgia, donde se distingue por enfocarse en el público infantil, trinchera en que ocupa para incentivar la imaginación en los pequeños y mostrar que cualquier cosa es posible si nos la proponemos.

Derivado de su labor como dramaturgo, algunos de los textos que Raúl ha escrito se han convertido en libros para niños, el más reciente, “Mi abuelo se comió un reloj”, bajo el sello de Letra Capital, editorial dedicada a publicar a autores locales, el cual presentó formalmente en la más reciente edición del Hay Festival Querétaro junto a curiosos personajes de felpa, sus inseparables títeres, convirtiéndose en una sensación y reafirmando así que si lo puedes imaginar, lo puedes lograr.

¿Cuándo comienza tu aventura en el arte?

Desde el año 2010 comencé a trabajar de manera profesional en el teatro para niños. Siendo niño ya hacía teatro para niños, eso me impulsó muchísimo, me nutrió mucho y ayudó a que fortaleciera mi quehacer actoral. En el año 2010 empecé a estudiar en Casa del Teatro y nos arrancamos con una obra que se llama “En busca de Makoök”, que fue la primera obra que yo escribí; nos fue muy bien y desde ahí comencé a escribir para niñas y niños.

¿Cómo te decantas a escribir para niños?

De entrada, tenía mucha facilidad para hacerlo, porque siempre me gustó mucho la literatura infantil y me llamaba muchísimo la atención la capacidad que tenían algunos adultos de tomar ciertos papeles de niños y vivir en un mundo de niños; eso me sirvió de referencia para comenzar a escribir para los niños.

A veces es un poco complicado, porque uno como adulto quiere imponer ideas que uno trae, pero yo, como adulto, siempre he sido creyente de que es necesario trabajar con la fantasía y la imaginación de los niños, y de esta forma se pueden crear mundos fantásticos todo el tiempo.

¿Siempre te gustó la actuación?

Desde niño me gustó el teatro, mi papá es un excelente pintor, vengo de una familia en donde hay muchos artistas. Mi papá siempre nos impulsó a que entráramos a las casas de cultura, ahí tomé clases de artes plásticas y me gustaba muchísimo; fue a partir de las artes plásticas que también surgió esta necesidad de los títeres.

En algún momento, yo viviendo en Jalpan, fueron los Cómicos de la Legua a presentar una obra y me gustó muchísimo. Llegué a vivir a Querétaro y aquí me encontré con el grupo de teatro de La Gaviota y con la maestra Lupita Smythe, quien me aceptó en su teatro.

¿Qué es lo que buscas transmitir a través de tus obras?

No hay como tal un objetivo pedagógico en ellos, lo que sí es claro es que el objetivo es echar a volar la imaginación y mostrarles a los niños que de alguna forma ellos pueden ser lo que quieran ser, busco liberar esa capacidad en los niños y que se puedan visualizar en un futuro haciendo algo que les guste.

También está el objetivo de experimentar ciertos sentimientos, por ejemplo, en la obra, ahora libro, “Mi abuelo se comió un reloj”, el personaje de Arturo descubre que al abrazar a su abuelo suena algo en su pecho y él supone que es un reloj, entonces, está preocupado porque piensa que su abuelo se comió un reloj y busca la forma de ayudarlo todo el tiempo, ya que el abuelo se cansa cada vez más, hasta que su mamá le dice: “Todos nacemos con unas pilas muy especiales que son irremplazables”, entonces, ahora cada vez que Arturo piensa en su abuelo dice: “Abuelo, ahora yo también me comí un reloj”.

El libro trata de eso: de disfrutar el tiempo con tus seres queridos, de lo valioso que puede ser jugar y compartir algo, de lo valioso que es vivir.

¿Cómo fue el proceso de incorporar los títeres en tus obras?

Siempre ha sido un logro muy interesante, porque tú cuando estás en el taller, quizá ves solo un pedazo de esponja con ojos y que muchas veces está mal articulada, pero en el momento en que un niño lo ve, es impresionante cómo lo llena de vida. Es muy mágico el mundo de los títeres y eso lo hemos comprobado a lo largo de 14 años que llevamos trabajando con ellos.

Es muy curioso que, al final de las obras, los niños se acercan a charlar, pero no me hablan a mí, le hablan al títere.

¿Cómo llegan tus obras a convertirse en libros?

Es algo en lo que he estado trabajando desde que comencé a escribir. Los últimos se estamparon en papel gracias a una iniciativa de la Secretaría de Cultura del municipio de Querétaro, en la cual la jefa del Departamento de Patrimonio y Galerías, Margarita Ladrón de Guevara, después de ir a ver todas las obras de teatro y conocer a todas las personas que han escrito, a partir de ello se nos acercó un día con la iniciativa de la editorial Letra Capital, de publicar a autores queretanos, nos invitó a participar con la especialidad que teníamos, en mi caso, con libros para niños.

Publicamos primero un libro que se llama “Mundos fantásticos”, que tiene tres obras; después salió la idea de la colección Cajas de agua, cuyo objetivo fue buscar a cuentistas de Querétaro, en este caso son 12 autores y la idea era que los textos fueran ilustrados; se lanzó la convocatoria y salí seleccionado con “Mi abuelo se comió un reloj”, que está ilustrado por Arturo Trejo.

¿Dónde te podemos ver pronto?

En el caso de la escritura, he estado metiendo varios proyectos a convocatorias. El último libro que escribí se llama “La niña que contó la última historia del mundo”, espero que salga beneficiado para su publicación.

En cuestiones de teatro, justo acabamos de ser beneficiados en nuestro espacio (La Gaviota Teatro) con México en Escena, que es una beca a nivel federal que nos permite tener proyectos en activo durante dos años, que incluyen tanto proyectos nuevos como proyectos de repertorio, por lo que vamos a estar muy activos en el teatro durante la próxima temporada.

Los fanáticos ya no sienten su liga

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