Bajo seudónimos se encuentran las identidades de numerosas escritoras y periodistas cuyas reflexiones, artículos y novelas vieron la luz en distintas épocas
Frente a las adversidades y con la autodeterminación de quien quiere tomar las riendas de su vida, estas impulsoras de la literatura y promotoras de la información se abrieron camino en un mundo profesional construido por y para hombres, demostrando así el sinsentido de las convenciones sociales y prejuicios machistas.
Adela Zamudio
Su amor por el conocimiento no casaba con las limitaciones impuestas a una mujer de la época, lo que la impulsó a educarse de forma autodidacta sobre sus intereses principales: literatura, filosofía y ciencias sociales.
La poeta boliviana, bajo el seudónimo “A.Z” en representación de sus iniciales, inspiró a todo un legado de escritoras. Sus versos se inspiraron en construir una montaña más alta para que las mujeres de tiempos posteriores pudiesen ver más allá.
“Inquietudes sentimentales” y “Cuentos de la mujer” son algunos ejemplos de ello. Entre la frontera del ensayo, el cuento y la poesía, sus versos representan narrativas concienciadas con lo social, más concretamente con las desigualdades de género.
En “Inquietudes sentimentales”, aborda la profundidad de la vida emocional, sentimientos e inquietudes de las mujeres y en “Cuentos de la mujer” se permite explorar los problemas sociales que embaucan la vida de las mujeres. En definitiva, feminismo y su culminación en derechos son las temáticas a las que se les debe el reconocimiento.
Clara Campoamor
En 1931, enmarcada en la Segunda República Española, tuvo lugar el mayor intento reformista de la época. Entre las reivindicaciones del momento, continuando con más mujeres españolas amantes del papel y la tinta, Clara Campoamor encabezó la lucha feminista a través de sus escritos.
La destacada política y defensora de los derechos de las mujeres en España, cuando se trataba de asuntos sociales femeninos firmaba bajo el seudónimo de Rocío en pos de salvaguardar su integridad, pues el conservadurismo y sus tabúes azotaban el país, haciendo peligrar las voces de quienes profesaran sentimientos progresistas.
Expuesta a prejuicios y represalias, la activista feminista luchó por el voto femenino, cuestiones domésticas como el divorcio y la igualdad de los hijos e hijas fuera del matrimonio, y reproductivas, como la abolición de la prostitución. Reflejo de ello fueron sus obras “Mi pecado mortal: el voto femenino y yo” y “La revolución española vista por una republicana”, en la que analiza las implicaciones de la Guerra Civil Española en los derechos de las mujeres y la situación política española.
Elizabeth Jane Cochran
Igual que Jane Austen utilizó su brillante ironía para denunciar convencionalismos sociales y abogar por el derecho de las mujeres a elegir cómo vivir, Nellie utilizó el periodismo como arma de combate contra las injusticias sociales y contribuyó con sus narrativas de denuncia no solo a crear una sociedad más justa, sino también a impulsar a las mujeres con su ejemplo a que cogieran su billete hacia la libertad, una libertad condicionada por cuestiones como el género y la clase social. Nellie Bly era el seudónimo que empleó Elizabeth Jane Cochran, pionera del periodismo encubierto.
Sus inicios profesionales no fueron fáciles. Todo comenzó con una carta dirigida al diario “Dispatch”, de Pittsburgh, en respuesta a la sexista columna titulada: “What girls are good for?” Dado lo bien elaborada que estaba, fue contratada en el periódico local, donde comenzó a escribir sobre lo único que se le permitía como mujer: moda y labores del hogar.
La popularidad de su columna le abrió camino al periodismo de investigación y empezó a escribir sobre cuestiones como el impacto de la ley del divorcio en las mujeres, la corrupción y la pobreza.
Tiempo después, se infiltró en un manicomio haciéndose pasar por una desequilibrada mental para atestiguar el trato deleznable que recibían las pacientes del Blackwell’s Island y también superó la marca de la novela escrita por Julio Verne, de la vuelta al mundo en 80 días, completándola en 72.
“Es imposible que lo logres”, fue el terrible veredicto de Joseph Pulitzer, ante la propuesta de la vuelta al mundo. “En primer lugar, eres una mujer y necesitarías a un protector, y aunque fuera posible que viajes sola, necesitarías llevar tanto equipaje que eso te impediría hacer cambios rápidos. Además de que solo hablas inglés, así que no se hable más, esto solo lo puede hacer un hombre”.
Ella expuso con determinación que empezaría con otro periódico y le ganaría a cualquier hombre que contratase. Estas aventuras quedaron relatadas en sus obras “Diez días en un manicomio” y “La vuelta al mundo en 72 días”.
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga
Como Nellie, otras encontraron en los seudónimos el camino para conseguir que sus escritos a lo largo y ancho del mundo no fueran objeto de burlas y críticas por ser composiciones elaboradas por una mujer.
Lucila de María, más conocida por su seudónimo Gabriela Mistral, fue una destacada poeta, educadora y diplomática chilena.
Nacida en el seno de una familia humilde, desde una edad temprana la poeta vivió una serie de episodios traumáticos. Con tres años sufrió el abandono de su padre y, más tarde, las muertes de dos seres queridos, trastornos de depresión y ansiedad; la discriminación y el exilio llegarían como nuevas adversidades contra las cuales batallar. Si bien su vida no fue un camino de rosas, fue a través de la escritura que encontró su vía para canalizar el dolor.
De entre todos sus logros, en 1945 ganó el Premio Nobel de Literatura y, con él, América Latina recibió por primera vez este galardón.
Sus obras más destacadas tratan sobre la infancia, etapa vital que la autora percibe llena de sensibilidad y pureza, destacando su obra “Desolación”.
Impulsadas por mujeres como ellas, con el paso del tiempo aquellas que encontraban en la escritura la mayor de sus pasiones también hicieron de sus inquietudes tímidas narrativas que liberaban a la mujer de los prejuicios de la época.
