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El XIX, el siglo del retrato

Por primera vez se muestra en una gran exposición un total de 164 obras de arte de los fondos del museo Nacional Del Prado de Madrid, formados por Goya, Madrazo, Rosales, Fortuny, Sorolla o Benlliure, entre otros muchos

Desde su mismo nacimiento, el retrato estuvo asociado con personajes relevantes, con el poder, político, económico o social, quienes deseaban precisamente no solo evidenciar ese poder, sino perpetuarlo para la posterioridad.

Tras la Revolución francesa, se produjo una debilidad cada vez mayor de la monarquía, patente en el arte en la paulatina pérdida de importancia del retrato real, aunque mantuviera las dimensiones y el carácter imponente de los siglos anteriores. En el XIX, el retrato fue un género en auge, especialmente por el crecimiento de la burguesía.

Otras personas de poder se hicieron retratar, entre ellos, militares, políticos y ministros, pero fue sobre todo el Estado el que comenzó a formar galerías de retratos: junto a la más destacada, la de presidentes del Congreso, que encarnaba la legitimidad del poder de la nación a través de las Cortes electas, tuvieron importancia las de los ministerios. El empeño en representar a los sucesivos titulares de estos en una secuencia completa configuró las distintas iconotecas ministeriales, de las que algunos ejemplos están en el Museo Del Prado, en Madrid.

La muestra XIX. El Siglo del Retrato. De la Ilustración a la modernidad. Colecciones del Museo Del Prado, organizada por CaixaForum y los fondos de la pinacoteca española, tiene como fin acercar al público parte del rico legado artístico que custodia el museo Del Prado un total de 164 piezas de los fondos de la pinacoteca con obras de Goya, Madrazo, López Portaña, Rosales, Pinazo, Fortuny, Sorolla o Benlliure, entre muchos otros.

Siete obras de Goya, incluido su magistral autorretrato, destacan en el recorrido que puede verse en CaixaForum Sevilla hasta junio; después estará en Valencia y en Palma de Mallorca, tras haber pasado ya por Barcelona y Zaragoza. También se puede realizar una visita virtual a través de las webs de CaixaForum, una visita general comentada por su comisario (https://www.youtube.com/watch?v=LSTWXcI75Ao).

La muestra tiene ocho apartados temáticos

La imagen del poder

Muestra la paulatina pérdida de importancia del retrato real y el incremento del poder de ministros y políticos convertidos en íconos institucionales, como el magistral retrato de Jovellanos de Goya, sus dos estudios preparatorios para la ejecución del gran retrato de familia de Carlos IV o el más famoso de los retratos de Fernando VII en un campamento.

La secuencia completa de los monarcas también está representada a través de las medallas desde las que representan el matrimonio formado por Carlos IV y María Luisa de Parma, o Fernando VII e Isabel de Braganza, su segunda esposa y promotora de la fundación del Museo del Prado, a María Cristina de Borbón, Isabel II, Amadeo de Saboya, Alfonso XII y Alfonso XIII, incluyendo dos de los presidentes de la primera República.

Descubrimiento de la infancia

Muestra cómo la representación de los niños tuvo especial relevancia a partir de la Ilustración y el Romanticismo. Se partía, como defendía Jean-Jacques Rousseau, de la idea de que los más pequeños encarnan los valores más puros, como bondad, espontaneidad y amabilidad, que luego esta civilización acaba por corromper. Por ello, no solo se multiplican los retratos infantiles, sino que se abordaron desde un modo nuevo, que ponía de relieve esas cualidades e incluso homenajea a maestros como Velázquez, vital referencia de este género en los pintores que vendría después desde Goya, Alenza, Pinazo o Sorolla.

Identidades: femeninas y después masculinas

Esta nos descubre cómo la imagen de la mujer cobra especial protagonismo en este siglo. Es más, la irrupción de la fotografía consiguió, por su bajo coste, la difusión del retrato entre la baja burguesía y las clases medias, con lo que el retrato pictórico se convirtió en una forma de distinción codiciada entre las personas más pudientes que sí podían seguir retratándose en un lienzo, viviendo así, este género, una época dorada en el último tercio del siglo.

El retrato femenino evidencia el rango social del protagonista, sobre todo en dos elementos: la indumentaria y la joyería, pero junto al retrato aristocrático y de la burguesía también fueron representadas mujeres de clase baja, como India del campo, de Esteban Villanueva.

En el caso de las clases populares, manolas y majas de España, llegamos al llamado pintoresquismo o castizismo, a veces idealizados, y en otras ocasiones de marcado carácter sensual, donde se evidencia el interés de los pintores por rostros de otras etnias u otros países entonces exóticos con temáticas frecuentes (pueblos gitano, marroquí y filipino).

La imagen de la muerte

Es especialmente singular, dado el interés que adquirió este tema en el siglo XIX, en especial por el movimiento Romántico. En él pueden verse retratos yacentes o mortuorios de pintores como José Nin y Tudó, Manuel Poy Dalmau y Casimiro Sainz, que constituía un recuerdo sentimental muy apreciado en la época.

Retrato y autorretrato del artista

En el siglo del retrato parece buen momento para que el artista reflexione sobre sí mismo. Encontramos en esta sección el famoso busto en homenaje a Goya, del escultor valenciano Mariano Benlliure, conocido por ser el modelo del premio del cine español; el Autorretrato de Francisco Pradilla o el retrato de Torrescassana, de Ramón Martí Alsina.

El espacio dedicado a escritores, músicos y actores

Reúne retratos de los representantes de las artes hermanas de la pintura. La sección parte del retrato de Goya del actor Isidoro Máiquez, la pintura de Antonio Esquivel representando a Ventura de la Vega leyendo una obra en el teatro Del Príncipe.

El artista en el estudio

En el siglo XIX, la atención a todos los elementos de la vida cotidiana junto con la particular reflexión del artista sobre su entorno o las circunstancias de su propia práctica pictórica, propiciaron el gusto por la representación de los ambientes de trabajo, es decir, sus talleres y sus estudios. En esas obras era frecuente la inclusión de algunas referencias históricas o contemporáneas que el artista consideraba valiosas para su pintura. Por ello era común la representación, junto a las propias obras del pintor, las de otros artistas apreciados por él, del pasado o del presente, de copias realizadas por el propio autor o de imágenes grabadas o fotografiadas.

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