A sus 62 años, es sinónimo de transformación y una identidad estética que ha trascendido el cine. A lo largo de más de 40 años de carrera ha interpretado personajes memorables y construido una imagen personal reconocible. Foto: Especial
Con códigos propios, marcado por la estética grunge, la influencia del rock, el uso de sombreros y una colección de anillos que no es mero adorno, sino una declaración de principios, el estilo de Depp no es casual, sino una narración visual que se ha ido elaborando como un diario íntimo a través de la ropa, los accesorios y los gestos.
John Christopher Depp II nació en Owensboro, Kentucky, el 9 de junio de 1963, y creció en Florida. Antes de la interpretación fue la música lo que ocupó su universo.
A los 15 años abandonó la escuela para tocar la guitarra en varias bandas, entre ellas, The Kids, con las que se trasladó a Los Ángeles.
En ese entorno de clubes, escenarios precarios y moteles baratos forjó una estética personal vinculada al rock, con una preferencia clara por las prendas desgastadas y la expresión individual.
Fue precisamente un músico quien lo introdujo en la interpretación y, tras su debut en “Pesadilla en Elm Street” (1984) y su papel en “21 Jump Street”, Depp alcanzó la fama, pero pronto renegó de los papeles comerciales. La misma resistencia que mostró frente al estereotipo de galán adolescente marcó también su forma de vestir.
Antes de que el grunge irrumpiera como tendencia global en los 90, Depp ya vestía con camisas de franela, camisetas descoloridas, vaqueros desgastados y botas militares. No era pose: era consecuencia directa de sus orígenes musicales, de su fascinación por lo marginal y de su apego por lo auténtico.
Su imagen de la época capturaba la desidia elegante de la contracultura. En las alfombras rojas, huía del traje estándar y prefería el cuero, las capas superpuestas y un cierto aire andrajoso y desaliñado que ha mantenido como seña de identidad.
Quizás el elemento más característico de su estética sean los anillos, con calaveras, símbolos tribales, piedras, escudos, etcétera. Y no son ornamentos sin significado. En declaraciones a la revista “Vanity Fair”, Depp confesó que muchos de ellos le fueron regalados por amigos, músicos, familiares o compañeros de rodaje.
Otros los compró en mercadillos o durante viajes, y algunos pertenecieron a personas que ya no están.
“Son mis recuerdos. Llevarlos puestos es como llevar conmigo a la gente que ha sido importante en mi vida”.
Los anillos se convierten así en parte de su armadura pública. Lo mismo ocurre con las cadenas, collares, pañuelos y pulseras que suele combinar sin una lógica aparente. En su universo, el exceso no es ostentación, sino testimonio. Y en ese testimonio, el rock ocupa un lugar privilegiado.
Depp nunca ha ocultado que la música es su verdadero lenguaje. De hecho, ha continuado tocando la guitarra incluso en medio de rodajes, giras de prensa y compromisos institucionales. Su actual grupo, Hollywood Vampires, lo une a Alice Cooper y Joe Perry, y ha sido una plataforma para expresar otra faceta de su identidad.
Ese vínculo con el rock se traduce también en su armario. La influencia de Keith Richards, no solo fuente directa de inspiración para su interpretación del capitán Jack Sparrow, sino también amigo personal, es patente: chaquetas militares, pantalones ajustados, camisas abiertas, cinturones con hebillas imponentes.
Otro de los objetos más ligados a la figura de Depp es el sombrero. Su colección abarca desde fedoras hasta bombines, pasando por sombreros de vaquero, boinas y gorras de lana. A menudo, el sombrero actúa como barrera simbólica, como un escudo contra la exposición.
En más de una ocasión, ha dicho sentirse incómodo con la fama y esa incomodidad se traduce visualmente en ciertos hábitos: gafas oscuras, pañuelos al cuello y sombreros encajados con firmeza.
“No me gusta que me miren demasiado. A veces los sombreros ayudan a desaparecer un poco”, dijo en una entrevista para The Guardian en 2010.
El estilo de Johnny Depp no puede entenderse sin un mapa de influencias que atraviesa épocas y géneros. Su amor por el cine clásico se traduce en trajes de tres piezas con aires antiguos. Su afinidad con el movimiento beatnik resuena en su gusto por las prendas cómodas y los colores neutros.
La estética bohemia, especialmente presente durante su relación con Vanessa Paradis y su etapa en Francia, lo llevó a incorporar tejidos fluidos, camisas abiertas, chalecos y botas de cuero envejecido. También hay un componente teatral en su imagen, posiblemente resultado de su constante encarnación de personajes.
Pese a su magnetismo, Depp ha sido una figura polémica en los últimos años. Las disputas judiciales con su expareja Amber Heard, las tensiones con los estudios de Hollywood y sus problemas personales han afectado a su carrera. Sin embargo, su estilo se ha mantenido intacto.
Sigue combinando chaquetas militares con colgantes, sombreros con camisas arrugadas, botas con vaqueros desteñidos. Y sigue haciéndolo como si el mundo fuera su escenario. En un mundo de imágenes cuidadosamente fabricadas, su persistencia en vestir como quiere, sin filtro, sin correcciones, se convierte en un acto de libertad.
Al llegar a su 62o. aniversario, Johnny Depp representa algo cada vez más raro: un estilo que no busca complacer, sino resistir. Lo suyo no es una declaración de moda, sino de identidad. Su figura puede ser contradictoria, pero su imagen no lo es: se ha mantenido fiel a sí mismo, sin nostalgia ni cálculo.
Como él mismo expresó a “Vanity Fair” en 2013: “No me visto para gustar. Me visto para seguir siendo yo, aunque a veces no tenga claro del todo quién soy”.
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